David Sánchez Fernández
Doctor en Biología                                                     

Esa es una de las preguntas más recurrentes a las que nos enfrentamos las personas que trabajamos en el estudio y la conservación de la biodiversidad. Hay multitud de ejemplos en los que resulta evidente la utilidad de conocer el mundo que nos rodea, ya no por la simple visión romántica del estudio de la Naturaleza, sino incluso, desde el punto de vista más egoísta o productivista del que adolece nuestra sociedad.

Los insectos representan tres cuartas partes de los animales conocidos en la tierra, y cumplen funciones vitales para el mantenimiento de los ecosistemas. Sin ellos la especie humana duraría poco más de un mes sobre la faz de la tierra, ya que tareas como la polinización (y su importancia para los cultivos), el reciclado de materia y la transferencia de energía, hacen que el ser humano pueda seguir viviendo en el planeta. Pero además, aunque se llevan más de 300 años estudiando a los insectos, se conoce muy poco de los beneficioss que éstos “bichos” pueden aportar al ser humano. Sus aplicaciones en tecnología agrícola y en biomedicina son infinitas, y muchas de ellas, cuando menos, sorprendentes.

La Naturaleza y sus formas de vida, en especial los insectos, llevan miles de años de evolución, por lo que han tenido tiempo de hacer frente y reaccionar a todo tipo de problemas y situaciones. Es muy probable que en los insectos, en su diversidad, en las propiedades de sus tejidos, en las sustancias que generan, o en su comportamiento, se encuentren las soluciones a buena parte de los problemas a los que hoy día se enfrenta el ser humano.

Algunos de los principales retos de la ciencia consisten primero en estudiar la diversidad de formas de vida que ofrece la Naturaleza, segundo en entender esta biodiversidad (en la que los insectos ocupen un lugar prioritario) como un tesoro, como un patrimonio biológico de millones de años, como un gran libro de recetas y soluciones que ir poco a poco descubriendo, y sin duda, en tercer lugar concienciar a la sociedad de la importancia de su conservación.

Como ejemplo de aplicación práctica del estudio de las propiedades de los insectos, pondré por proximidad con nuestra tierra, el de una mariposa que lleva por nombre Bombyx mori. Aunque este nombre no nos resulte familiar, nos referimos a los populares “gusanos de seda”. El hombre ha criado esta mariposa desde hace varios siglos para la obtención de la preciada seda, y en Murcia esta actividad ha tenido una importancia económica relevante desde el siglo XV.

Además, a mediados del Siglo XIX, la industria de la seda desapareció casi por completo en Europa (por una enfermedad epidémica del gusano de seda conocida como pebrina) y Murcia fue una zona relicta, una de las pocas zonas de Europa en la que no se detectó esta enfermedad. Sin embargo, la decadencia de la industria sericícola (que así es como se llama a la industria relacionada con la cría de los gusanos de seda) llegó por la competencia con los mercados asiáticos y la aparición de las fibras sintéticas. Una vez perdida la rentabilidad en el uso industrial del gusano de seda, volvemos a hacernos la misma pregunta del título.

En la sección “ecomandanga” del programa radiofónico la Panocha Magazine (por cierto, muy recomendable), Salvador Aznar, un investigador del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (IMIDA), explicaba los avances que se están produciendo en el estudio de las propiedades de la seda. Estos investigadores murcianos han demostrado que los gusanos de seda pueden tener interesantes aplicaciones en biomedicina, tanto las proteínas que forman la seda, como algunos aceites de la crisálida (que se utilizan en cosmética para elaborar cremas regenerantes y cicatrizantes). Por ejemplo, la fibra de la seda, se puede utilizar como armazón para el cultivo celular en medicina regenerativa e ingeniería de tejidos.

Así, los críos que en primavera van por las calles de Cehegín con cajas agujereadas en las que meten los gusanos de seda y las hojas de morera, no son consciente de que en realidad llevan una joya del diseño biológico, un filón para la biotecnología, cuyas sedas pueden servir incluso para regenerar tejido humano, fabricándose incluso prótesis (hasta ahora se ha probado en huesos, piel y tejido ocular). La Naturaleza nunca dejará de sorprendernos….