La política está presente de forma constante en nuestras vidas, y las decisiones que se toman en el ámbito de lo públicosuelen afectar directamente a nuestro entorno más próximo.A pesar de eso, la percepción que tiene una buena parte de la sociedad de ella es pobre, como consecuencia, sobre todo,de factores como la visualización social de los errores cometidos, en muchas de las ocasiones exagerados desde la poderosa realidad que representa el contexto mediático, y por supuesto también como consecuencia de los vergonzantes casos de corrupción.
No hay que restar importancia a la corrupción,muy al contrario, hay que seguir incidiendo en que quienes caigan en estas lamentables prácticastienen ser perseguidos y condenados y deben devolver lo robado: Pero también es una realidad que nunca se ha perseguido con tanta independencia la corrupción y también debemos reconocer que se han fortalecido los controles y se ha legislado en materia de Transparencia como nunca antes se había hecho, con leyes aprobadas durante la legislatura pasada con el incomprensible voto en contra del Partido Socialista. Una corrupción, por cierto, que no es achacable a un partido concreto, ni a un colectivo; es una lacra de personas cuya actitud nos avergüenza a los políticos igual que al resto de ciudadanos, una lacra a la que empezaremos a ganar la batalla cuando todos luchemos de la mano contra ella y no se utilice de forma partidista como vemos que ocurre a menudo llevándose por delante también el honor de muchas personas inocentes.
De cara al próximo 26J debemos realizar un esfuerzo y hacer un profundo ejercicio de reflexión sobre lo que nuestro voto puede significar para la historia de nuestro país. Me atrevo a decir que estamos ante las elecciones más trascendentales de la joven democracia española.
La ambición y la codicia por el presidir un gobierno que no era el elegido por los ciudadanos, llevó al socialista Pedro Sánchez a rechazar un pacto de Estado. El Partido Socialista se opuso desde el minuto cero a un acuerdo entre fuerzas políticas moderadas, que hubiera conseguido una estabilidad parlamentaria para plantear medidas y reformasa favor de la situación política, social y económica España. La consecuencia: meses perdidos en pleno proceso de despegue económico. En el pecado llevas la penitencia, señor Sánchez.
Así que en las próximas elecciones vamos a decidir entre dos modelos para España radicalmente opuestos. Uno de ellos, el que se hace llamar ‘del cambio’, que estará dominado por Pablo Iglesias y no sabemos qué nos ofrece más allá de un discurso populista, que apuesta por derogar y romper con todo lo hecho hasta el momento y cambiar el país como por arte de magia. Un partido que defiende la más vieja y fracasada política, que en la práctica acaba con las libertades y deja las arcas y la economía de un país arrasadas, aunque lo quieran envolver en un programa electoral disfrazado de catálogo del Ikea, que esconde en el índice de la última página subidas de impuestos y medidas que llevarían al traste con todo el esfuerzo realizado por los españoles para salir de la peor crisis de nuestra historia reciente.
El otro modelo, el que ofrece el Partido Popular, es el que apuesta por perseverar en las políticas que han funcionado con resultadosyque quiere seguir trabajando con objetivos definidos en aquellas cosas que aún pueden y deben mejorar. No hay más tiempo que perder. Necesitamos estabilidad. El empleo debe continuar siendo la piedra angular del gobierno de España y, en el contexto actual, esto sólo lo vamos a conseguir con la presidencia de Mariano Rajoy-
No podemos distraernos con más experimentos, ni con partidos veleta como Ciudadanos, cuyo líder Albert Rivera no es claro con españoles yha cambiado cinco veces en seis meses su discurso sobre su política de pactos. No se puede hablar más de vetos que de votos, o perdemos de manera temeraria el sentido de la Democracia.
Todos sabemos que la España de 2011 no es la España de 2016, algo que ha sido posible gracias al sacrificio de toda la sociedad y gracias a un gobierno responsable, que se vio en su momento abocado a tomar medidas difíciles a favor del interés general. A la postre, se ha demostrado que la mejor política social fue evitar el rescate de un país al borde la quiebra heredado de la irresponsabilidad del gobierno socialista de Zapatero. La mejor política social es un empleo digno para el que lo busca, no creemos en los que ponen la mano sin madrugar cada mañana, sino en la cultura del esfuerzo, en aquellos que se afanan cada día por salir adelante.
Queda mucho por hacer, pero no se puede negar, porque los datos así lo demuestran, que la situación que hoy vivimos es diferente, aunque la izquierda se afane en manipular lo que afortunadamente es una realidad.
Por todo lo expresado, pido a los indecisos un ejercicio de reflexión sobre lo que ha sucedido y lo que puede suceder teniendo a políticos que toman como referente a países como Grecia y Venezuela. Nos jugamos mucho, nuestro futuro y el de nuestros hijos a buen seguro estarán condicionados por el resultado de las próximas elecciones. Como en otras tantas ocasiones a lo largo de la historia, nos toca demostrar que estamos a favor de España.
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