Son aproximadamente las 11’30 de la mañana. Llamo al timbre de la puerta de la espléndida vivienda de María Jesús Fernández Sánchez, maestra jubilada especializada en lengua y literatura. En realidad no estoy seguro de haber logrado dar correctamente con el domicilio, hasta que aparece una de sus hijas que debe haberme reconocido, pues me dice que su madre me está esperando dentro. Entro en la casa y Mª Jesús, tras saludarme amigablemente, me indica que la acompañe al salón. Es un lugar espacioso y cálido lleno de fotos familiares. Los libros están colocados con un punto de elegante desorden propio de una familia donde la lectura es disciplina habitual.
María Jesús, que cuida a su madre de 96 años, la única superviviente de los once hermanos que formaban la familia de José Sánchez Fernández, es simpática y dicharachera, hasta el punto que cada cinco minutos te pide perdón por parecer un torrente hablando, no dándose cuenta de que en realidad es una persona encantadora. Enseguida me ofrece un sillón individual, en el que me acomodo mientras ella toma sitio en el sofá, al lado de una serie de documentos que sustentarán la información que a continuación va a ofrecerme. Nos encontramos a unos tres metros de distancia y no me siento cómodo, por lo que le pido que me deje sentarme a su lado en el sofá para que la conversación discurra de una forma más cercana.
Ella accede e inicia la narración del asunto que me ha llevado hasta su casa: la vida y muerte de su tío José Sánchez Fernández, Pepe para los amigos; un seminarista que con tan solo 21 años, fue asesinado de forma cruel durante la guerra civil española en Quijorna (Madrid) y que actualmente se encuentra en proceso de beatificación.
– ¿Quién era José Sánchez Fernández? Mi tío Pepe nació en Cehegín el día 22 de mayo de 1.916 en la calle Pañeros nº 12. Era hijo de Juan Sánchez Chico y Juana Maravillas Fernández Martínez. Fue el 5º de los once hijos que tuvo el matrimonio. Eran conocidos en Cehegín como ‘los corianos’ porque un ancestro suyo que se dedicaba al ganado vino desde Coria (Cáceres) a establecerse en Cehegín. Era un niño normal, de carácter alegre y amigo de sus amigos; eso sí, sumamente inteligente. Sabemos que era un gran aficionado al fútbol, destacando en dicho deporte tanto en el seminario como aquí, en el campo de fútbol viejo, junto a la calle donde se crió y que hoy lleva su nombre: calle de José Sánchez Fernández.
Con tan solo 11 años marcha al seminario de San Fulgencio en Murcia, siguiendo los pasos de su hermano mayor Juan Francisco, que en ese momento también cursaba estudios de teología en dicho seminario. Sus compañeros le llamaban ‘peque’ para diferenciarlo de su hermano Juan. ¿Qué nos puedes decir de su historial académico? Los que le conocían bien cuentan que fue un alumno brillante, como demuestran las notas académicas que aún se conservan en el obispado de Murcia. Era un enamorado de la música y del teatro; siempre participaba en las numerosas obras que se hacían en el centro. Durante sus vacaciones de verano en Cehegín, daba clases particulares de solfeo para ganarse unas perrillas. Aún así sacaba tiempo para ayudar a sus hermanos en las labores hortenses.
«Era muy pequeño y siempre encontraba un hueco para visitar diariamente a la Virgen de las Maravillas en el convento»
– ¿Era su vocación sacerdotal algo innato en él? Sí, era muy pequeño y siempre encontraba un hueco para visitar diariamente a la Virgen de las Maravillas en el convento. Era un ferviente devoto de nuestra patrona a la que adoraba ardorosamente. También acudía a la iglesia de Santa Mª Magdalena para ayudar al párroco en lo que fuera necesario. Su vocación religiosa no tenía límites a pesar de su tierna edad. Era él quien limpiaba los cuadros deslucidos por la cera de las velas de los devotos, a cambio de unos ‘perrogordos’ que gastaba en libros de música.
– ¿Puedes contarnos alguna anécdota más de aquellos años de juventud? En los comienzos de la guerra civil, era acosado por personas de su propio pueblo cuando pasaba por algunas de sus calles, por el solo hecho de ser seminarista; incluso le lanzaban piedras. Su respuesta a tal humillación era echar por otras calles sin mediar palabra ni un mal gesto. A pesar de todo, tenía una gran facilidad para cultivar la amistad tanto en Cehegín como en Murcia dados su gracejo y bondad. En su calle, entonces llamada de San Andrés, todos le querían. Hay que hacer una mención especial a sus grandes amigos de la niñez Juan Ciudad, que luego regentó el popular comercio de El Porvenir, Pepe el de La Muela y sus hermanos, los zorros, los caldaeras, Filomeno y Juan el de la serradora.
– ¿Cómo fue su vida en el seminario? A los 15 años tuvo la desgracia de perder a su padre, mi abuelo. No pudo asistir al entierro por encontrarse fuera, pero escribió una carta a su madre y sus hermanos que solo podía entenderse desde la mente de un santo. Decía entre otras cosas: «Querida madre y hermanos: siento mucho no haber estado para llorar con vosotros la pérdida de nuestro padre, pero al mismo tiempo siento una gran satisfacción por su muerte tan santa. Trabajemos nosotros también porque Dios nos conceda una santa muerte». Era un niño tan espabilado, que siendo su hermano Juan ya sacerdote, se atrevía a corregirle los sermones, argumentando que estos debían ser adaptados a la gente que habría de escucharlos; que no era lo mismo predicar en un medio rural que en una ciudad.
– ¿Dónde nace la vocación sacerdotal de tu tío Pepe? Su gran sueño era ser misionero en cuanto fuera ordenado sacerdote; sueño que desgraciadamente se truncó para siempre cuando estalló la guerra civil. Acababa de terminar brillantemente el segundo curso de teología. El espíritu profundamente cristiano de la familia Sánchez Fernández fue el verdadero germen que dio origen a la doble vocación sacerdotal de los hermanos Juan y José. Ya antes un hermano de su abuela paterna, Felipe Ramón Chico Abril, fue coadjutor de Santa Mª Magdalena y contemporáneo de José Mª Caparrós, más tarde conocido como Obispo Caparrós.
«Con tan solo 11 años marcha al seminario de San Fulgencio en Murcia. Sus compañeros le llamaban ‘peque’ para diferenciarlo de su hermano Juan»
– ¿Por qué participó tu tío en la guerra civil? Con sus hermanos varones en el frente y su hermano Juan encarcelado por su oficio de sacerdote, solo quedó él en casa, ya que sus estudios en el seminario estaban suspendidos a causa de la guerra. Pero enseguida sería incorporado al ejército republicano. Fue en el año 1.937 cuando acababa de cumplir 21 años. Cuentan que cuando se encaminaba hacia la estación del tren junto con otros reclutados, estos se burlaban de él canturreándole «llevamos un ‘curica, llevamos un ‘curica», con el consiguiente peligro que dicha chanza representaba para aquel al que iba dirigida, dados los tiempos convulsos que se estaban viviendo, en los que todo lo que olía a religión producía un gran rechazo en aquellos para los que todo era política. Su hermana Ana María fue la última que le vio con vida, ya que se fue tras él y se esperó hasta que el tren desapareció. Juana Maravillas, su madre, quedó desolada. Él, antes de partir, le dijo: «Madre, lo más probable es que no vuelva, aunque no dudes que mi deseo es volver. Si algo me ocurre, que mis hermanos no se manchen las manos de sangre; que la justicia solo es del cielo y yo los perdonaría. Solo Dios aba de manera tranquila. Es otra muestra más de su santidad.
– ¿Cómo murió tu tío José? Mi tío debió sufrir mucho en los campamentos, a juzgar por las cartas que mandaba a su madre pidiéndole que hiciera algo para sacarle de allí. Era humano. Tenía que tener mucha cautela. A menudo era objeto de obscenidades y blasfemias. A finales de octubre de 1.937 las cartas se interrumpieron, generando una gran ansiedad en su madre y entre sus hermanos. Juana Maravillas acudía al Ayuntamiento para que intentasen recabar noticias de Pepe. No podía ser. Hasta que un día se recibió un comunicado escrito a máquina del batallón republicano 105, brigada mixta 420 en el que se podía leer que José Sánchez Fernández había sido ejecutado en Quijorna (Madrid) el día 24 de octubre de 1.937 al intentar pasarse al bando nacional. Era totalmente falso. Los posteriores testimonios de dos de sus compañeros, también de Cehegín y que estaban en su misma compañía, confirmaron al acabar la guerra que la única causa de su muerte fue que era seminarista y su «insoportable» conducta cristiana. Estos dos muchachos contaron a la familia la terrible forma en que fue asesinado ante la pasividad de un oficial ceheginero que, conociendo a Pepe y a su familia, miró para otro lado en el momento de la ejecución. Cuando la contienda terminó, el susodicho capitán fue encarcelado y condenado por necesaria complicidad en el asesinato de mi tío José. Fue Juan, mi otro tío sacerdote y hermano de José quien le perdonó y pidió que le dejaran en libertad salvándole de una ejecución segura.
«Si algo me ocurre, que mis hermanos no se manchen las manos de sangre; que la justicia solo es del cielo y yo los perdonaría»
– ¿Cómo describieron sus amigos la ejecución de Pepe? Ellos contaron a mi familia que le hicieron cavar una fosa debajo de una olivera cerca de Quijorna, en la provincia de Madrid. Después le dijeron que echara a andar y empezaron a dispararle hasta que cayó mortalmente herido. Estuvo dos o tres días sin enterrar bajo una lluvia torrencial. Finalmente encargaron a su buen amigo José (lo eran desde la niñez) que diera sepultura al cadáver de Pepe en la fosa que él mismo había cavado, advirtiéndole que tuviera cuidado porque el siguiente sería él por ser su amigo. El pobre chico quedó tan asustado que sufrió una erupción por todo el cuerpo y tuvo que ser ingresado en un hospital, lo que bien pudo haberle salvado la vida. Finalmente, Pepe quedó enterrado para siempre bajo aquella olivera de Quijorna, tan lejos de Cehegín y de su querida madre a la que su hijo sacerdote, Juan, consoló diciéndole: «No se preocupe madre por el cuerpo de nuestro hermano, lo importante es el alma y ésta está a salvo».
– ¿Cómo fue la apertura del proceso de canonización de José Sánchez Fernández? Fue el día 25 de Enero de 2007 a las 12’00 de la mañana, en el Salón del Trono del Palacio Episcopal de Murcia. El Señor Obispo de la Diócesis, don Juan Antonio Reig Pla, abrió oficialmente el «Proceso de Canonización» de 61 mártires de la Diócesis de Cartagena, Testigos de la Fe, entre ellos mi tío Pepe. Fue un acto precioso y entrañable al que asistieron, además de los familiares de los mártires, gran cantidad de seminaristas y religiosos. El proceso estuvo compuesto por 16 sacerdotes cualificados y tres notarios seglares. Todos los componentes del «proceso» firmaron sobre los Evangelios y firmaron el cargo en presencia del Prelado Episcopal y del numeroso público.
– ¿Fue en 2013 cuando se clausuró dicho proceso? Sí, el sábado 1 de Diciembre de 2012, en el año de la fe, en el octavo año de pontificado del Papa Benedicto XVI, en la Santa Iglesia Catedral de Murcia y a las 11 de la mañana, tuvo lugar la clausura de su Fase Diocesana, del proceso de canonización de José Sánchez Fernández y demás mártires murcianos. La ceremonia de clausura y la celebración estuvo presidida por don José Manuel Lorca Planes, Obispo de la Diócesis de Cartagena. Toda la información recogida sobre los mártires fue introducida en cajas que fueron selladas para ser enviadas a Roma, a la Congregación para la Causa de los Santos.
Al terminar, Mª Jesús me pide que esta entrevista no tenga connotaciones políticas como su tío Pepe hubiera querido; que se presente desde la ausencia de rencor y solo contemplada como un hecho histórico y desde la fe cristiana. Si bien hay que decir que todo lo narrado es rigurosamente cierto, pues existen los testimonios de los que le conocieron y los de aquellos dos jóvenes cehegineros que vieron con sus propios ojos cómo sucedió la muerte de José.
Mª Jesús Fernández se despide de esta manera: tal vez habría que pararse a pensar en su plegaria llena de fe y santidad para comprender quién era Pepe y que dice así: «Señor hazme sufrir aquí cuanto sea tu voluntad, con tal de que me libres de los sufrimientos eternos».
Antonio Peñalver Cehegín, 14 de noviembre de 2016
Aún no hay comentarios en este artículo