Dicen las crónicas que cuando el día 25 de Julio de 1725 se formó aquella primera y jubilosa procesión con la recién desembarcada imagen de la Virgen de las Maravillas cogieron las andas, como en un impulso común, los ‘Montalvos.
Desde entonces, ese privilegio no se acaba y esa casta de cehegineros, hoy mayoritariamente por línea de mujer, tras la travesía de un largo desierto, que dura 277 años continúa, no portando las andas pero sí empujando la carroza en su ascenso y descenso desde el ‘Barrio’ al Casco Viejo.
‘Los Montalvos’, desde aquel día, son fieles a la cita con la Virgen y a lo largo de los años han sido de todo: unos triunfaron y otros menos, que la vida es así.
Pero ‘Montalvo’ es un apodo, un alias, pues el apellido inicial es el de Ibáñez, que ya nos llega en segundo, tercero, o entreverado, como en los escudos nobiliarios. El último cabo de andas por línea de varón fue mi recordado amigo Antonio, a quién lloré como Jesús a Lázaro; hoy, es su sobrino, y no menos querido, Andrés, quién con su campanilla de plata dirige esa nave celestial.
La tradición de familias cehegineras mejor conservada, es ésta; y me pregunto ¿qué gracia les tendrá reservada nuestra Madre a estos sus leales y puntuales porteadores?
El cronista se anticipa al futuro sucedido: este año, como la ‘Iglesia Mayor’, Parroquia de Santa Mª Magdalena, está en obras se desviará el cortejo por la calle Fortuna hacia la mudéjar ermita de la Concepción, en el Paseo de su nombre, primitivo recinto ferial y festero donde tendrán lugar ‘las funciones’.
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