El año 1972, cuando ya estaban las Fiestas llamando a las puertas y el gozo de los cehegineros se ponía caliente para la celebración de los actos patronales, una noticia, -¡qué digo: una bomba!- rompía el ambiente mañanero y se corría como un reguero de pólvora: el Luis ha muerto.
Y ‘el Luis’ era, lo sabía medio mundo donde Cehegín y los cehegineros estaban, dentro de su humilde, sencilla y afectiva personalidad, el hombre más popularmente querido y respetado; más eficazmente proyectado, más paulinamente apostólico. Sin menoscabo de nadie, el Sacristán más importante de la Diócesis y, sin duda alguna, el más activo defensor y valedor de las gentes necesitadas y modestas, manos para quienes no las tenían y tesón para los más débiles.
Monaguillo en los días de la ante-Guerra civil, husmeó entre los escombros de la Magdalena, por si había algo recuperable; terminada la contienda se unció al primer Cura regente, don Antonio Sánchez Maurandi, para iniciar las actividades apostólicas y las obras de reconstrucción, mientras los cultos se celebraban en el templo de la Concepción, y fue el hombre fiel del recordado Párroco don Gumersindo Corbalán Marín en la continuidad de la empresa y de don Joaquín Alarcón Millán en la etapa posconciliar.
Hombre de grandeza espiritual y de mansedumbre evangélica, Luis sabía ‘lo que se llevaba entre manos’ -entre las manos materiales y las espirituales- porque, si bien es cierto que él encontraba en el quehacer externo una ayuda, un complemento económico, para sus necesidades familiares, esposa y tres hijos, su buen hacer, su darse y entregarse, su multiplicarse contínuamente, su tenacidad, eran atributos de un auténtico apóstol de la Caridad. Y Luis, lo era en extremo.
Pero queda por decir que en torno a la Parroquia de la Magdalena, amparado pedagógicamente por el notable maestro Antonio Espejo, instruyó, en algo más que educación primaria, a toda una pléyade de jóvenes que habiendo tenido que abandonar de niños la escuela para ayudar a sus familias, adquirieron tal grado de formación en la Escuela Parroquial que cuando emigraron a Cataluña o Europa (años sesenta) no eran «carne de cañón» sino hombres preparados para triunfar trabajando.
Esta es la crónica de un hombre cordial y sencillo: Hace treinta años que falleció Luis Martínez Gironés.
*Artículo escrito en 2002, publicado en un diario regional y recuperado, ahora, para los lectores de ‘La Panorámica’ por cortesía de Abraham Ruiz, cronista oficial de Cehegín
Lucrecia López guirao 9 julio, 2017 a las 1:49 pm
Gracias. Sin duda merece un homenaje. Es mucha la gente que le aprecia y que le apreciaba y en su boca sólo ponen palabras de bien y agradecimiento hacia su recuerdo.