Jesús Hernández Puerta, Poeta. Por Antonio Peñalver

 

 

Jesús Hernández Puerta vino al mundo en Cehegín, en la calle Zafra, el día 1 de enero de 1.860. De oficio aperador. También fue poeta, empleado del Ayuntamiento y redactor jefe y colaborador literario en el periódico ‘El Eco’ de Cehegín.

Sirvió como cabo 1º en el regimiento de infantería Mallorca nº 13, 5ª compañía del 1er. batallón, con acuartelamiento en Leganés (Madrid).

Se casó con Mariana Martínez González de 20 años, el 6 de marzo de 1.886 a los 25 años de edad, residiendo en calle Nueva nº 17-esquina Herreros donde, seguramente, el rapsoda ceheginero se inspiraba en las noches oscuras-quiero pensar que a la luz de una «moderna» lámpara de wolframio-, para crear lo mismo un entrañable poema de navidad, un deslumbrante canto a su querida patria chica o una tristísima oda al cementerio viejo donde su amor de hijo quedó un día enterrado junto a su madre. Tuvo tres hijos: Antonio, Catalina y Francisco.

En el censo de población activa de Cehegín de 1.890, aparece como aperador de 30 años de edad, sabiendo leer y escribir; en esa época, saber leer y escribir no estaba al alcance de la mayoría de la gente, lo que constituía un hecho relevante para la persona dotada de esta, hoy en día, elemental ciencia. Jesús Hernández falleció el día 22 de julio de 1.915 a los 55 años de edad, en la calle Quípar de Cehegín, a consecuencia de una epilepsia.

Cautiva  pensar en Jesús Hernández, el hijo de Antonio, un humilde jornalero, y Catalina, una sencilla ama de casa, componiendo a un mismo tiempo rastrillos y azadones y los más bellos poemas que Cehegín haya recibido de uno de sus hijos. Porque el poeta siempre lo es; mientras trabaja, acostado o incluso haciendo aquellas cosas que nadie puede hacer por uno. Para un artesano de la palabra siempre es un buen momento para crear, para juntar palabras en belleza y que, además, expresen aquellos sentimientos que él quiere transmitir. Debió ser una persona de gran sensibilidad; solo así se pueden explicar sus primorosas composiciones poéticas. ¡¡Dios, cómo me hubiera gustado conocerte!!

Leo y releo una y otra vez y no me canso, su poema a la muerte de su madre; como un Jorge Manrique del siglo XX. ‘Camposanto’  lo tituló en el año 1.911. Una obra maestra. A través de un corto pero profundo relato lleno de sentimiento, de pesar y amor, Jesús Hernández recorre en un luctuoso paseo imaginario, el viejo cementerio de la Cuesta del Olivar, entre tumbas destartaladas y ángeles alicaídos, evocando con llanto contenido los años de su mocedad, rodeado del infinito amor de madre.

Escribía sus poemas en una especie de madrigal elegiaco, expresándose con la libertad y anarquía en la medida y en la rima, entre heptasílabos y endecasílabos en la bellísima lírica plena de ritmo, que solo los grandes poetas pueden y saben manejar.

En aquel camposanto, ya ruinoso,

se remueven los besos,

los afectuosos besos que mi madre

me dio abrazado al cuello.

Allí están los cantares

y los arrullos tiernos

que al compás de la cuna

como tórtola en celo

la pobre madre mía modulaba

acariciando mi inocente sueño…

 

…Por eso no os extrañe,

 no os asombre por eso,

que yo le tenga amor al camposanto,

al cementerio viejo,

porque está allí mi madre,

porque está allí mi cielo,

porque está allí mi espíritu fundido,

con las tristes cenizas de mis muertos

En su ‘Canto a Cehegín, mi pueblo’, hace de su poesía un bello recorrido evocatorio de sus más entrañables vivencias, ‘pintando’ un hermoso retrato, utilizando la metáfora de forma magistral.

…Cehegín, mi patria chica,

manso cisne que duermes

reclinado en la sombra de tu Rubio-Peñón,

promontorio de mármoles donde se estrellan vívidos

los rayos de tu sol.

 

…Tu fecundante río, cual Argos mitológico,

abre sus cien pupilas, y el precioso licor

que derraman sus ojos, transfórmase en cien sierpes

de plata en confusión;

 Sirva este humildísimo poema que se me acaba de venir a la cabeza, ya que Dios no ha querido llevarme por el camino de la lírica, para agradecer al poeta Jesús Hernández que naciera en Cehegín.

¿Por qué te lo llevaste tan pronto?

¿Por qué de su verso nos privaste?

¿Dónde está el universo que habita?

¿Dónde su pluma fascina?

 

¡Ay si yo le tuviera a mi lado!

Si junto a mí estuviera sentado,

tantas cosas le preguntaría…,

 

Saber en qué fuente bebía

para enlazar las palabras

de forma tan primorosa. 

 

Antonio Peñalver

7 de septiembre de 2017

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