Otro seis de mayo. Espero que nos queden unos cuantos más, y lo digo tanto para amigos como para menos amigos.
Es inevitable, en un día como hoy, hacer balance de la fiesta, poner el acento en aquellos aspectos, en aquellos momentos, con los que nos quedamos y con aquellos otros que mejor no se hubieran producido por inoportunos o por exceso de histrionismo, o vete a saber por qué… No voy a repetir lo que he dicho muchas veces, muchos años; sólo una pincelada, la procesión del día tres en el casco antiguo, en la casa familiar habitada ahora por mi hijo y mi nuera, enésima generación de mi familia que la habita, resulta extraordinaria. Pero este año destaco, sobre todo, el valor de la buena compañía, amigos, buenos amigos, familia de corazón, y recuerdos, muchos recuerdos.
Hablando de recuerdos, me he encontrado en Caravaca al Día con una imagen del amigo de mi padre y amigo mío Tomás el Gamba adorando la Cruz de Impedidos, y se me ha venido a la cabeza la vieja anécdota protagoniza por mi cuñado Pepe, el Ansón, cuando preguntó a un político, dedicado «a la cosa cultural», que en realidad qué es lo que hacía, y éste respondió que coordinaba…, propiciaba lugares de encuentro…, promocionaba nuevas perspectivas culturales…,etc. Ya, le dijo mi cuñado, pero él preguntaba en realidad que cuál era su cometido, en palabras suyas «hacer, lo que se dice hacer, qué es lo que haces», le puso ejemplos para mejor orientar su pregunta, «yo vendo latas de conserva, mi cuñado ( se refería a mi) da clases desde las ocho de la mañana; a eso me refiero cuando digo hacer»; el interpelado volvió a su respuesta metafísica, mi cuñado insistió con el verbo hacer, o sea, hacer hacer. Se terminó la cuestión, se hizo el silencio. Qué bien podría haber contestado Tomás el Gamba a su pregunta, panadero, marchante cuando venía bien, luchador de la vida; y en el tema festero, que viene aquí al caso, muy bien podría haber respondido que se dejó lo que tenía en enjaezar caballos, en mantener y agrandar una tradición, que hombres como él o el bueno de su hermano Juan y Pepe Capote, entre otros muchos, nos han regalado para que nos sintamos orgullosos como pueblo.
He visto a Tomás en la imagen publicada en este medio y he recordado, siendo yo un niño, el temperamento puro, los cojones bien puestos para reivindicar que nada se saliera de las reglas del festejo. Difícil será dar una lección de dignidad como la que dieron él y su hermano Juan cuando se dio el primer premio de enjaezamiento a un pony por quedar bien con no recuerdo quién. Desmontaron el manto y desnudaron el caballo en plena explanada del Castillo, la imagen fue de teatro de García Lorca, después Tomás en un ataque de dignidad y cabreo tiró alguna que otra paella en el Hoyo y se quemó las manos. Era una llamada a la pureza del festejo y al respeto del esfuerzo realizado desde la modestia y la escasez de medios. Cuando las fuerzas de orden público hicieron conato de parar el follón, un juez, creo que se llamaba Francisco, Don Francisco, tuvo la suficiente y honesta capacidad de empatía para comprender el universo emocional de Los Gambas e impidió que los detuvieran; buena lección de Su Señoría. Esto que cuento puede parecer un recuerdo de viejo, pero no es así, en sucesos como éste se estaban sentando las normas de justicia que deben tener los actos humanos, sean éstos festeros o del tipo que sean. Hacer, lo que se dice hacer, vaya si lo hicieron; establecieron, como si del mundo romano se tratara, un derecho consuetudinario, no escrito pero unívoco; con ciertas cosas no se juega…
Decía al principio de este no sé si artículo o reflexión, que hay manipulaciones e histrionismos que no me gustan, y seguro que, sin el coraje de los Gambas, los critico desde mi libertad. Las fiestas de la Santísima Cruz, que así la hemos nombrado durante generaciones, es la fiesta de todo un pueblo, donde se integra todo aquel que quiera, intentar parasitar esa realidad para sacar partido personal o político es una grosería intolerable.
No me gusta que actos de las fiestas que tienen establecidos sus espacios, de modo consuetudinario, tradicional, varíen en función del capricho arbitrario y prepotente de cada cual, cada cosa en su sitio.
No me gusta que las publicaciones relacionadas con la fiesta se conviertan en instrumento de publicidad política, lo haga quien lo haga. Don José Moreno ha dedicado, en la ‘Guía Festera’ de este año, un largo párrafo a la promoción política ; no debiera dejar cosas a medio decir, si dice que «no nos lo han puesto fácil», por qué no dice en qué y quién, si dice esto, por qué no recuerda lo que él mismo hizo en otros momentos pasados, con pancartas incluidas. Mal camino, no olvide nadie que los actos tienen consecuencias, siempre. Y en cuanto al resto del párrafo recuerde que aquí lo importante es responder a la pregunta de «hacer, lo que se dice hacer», ¿Qué han hecho?, a parte de quejarse y presentar denuncias, se entiende.
Gracias a todos los que nos habéis dado, a mi mujer y a mi vuestro cariño y hospitalidad. Hasta otro año, si la Santísima Cruz así lo quiere.
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