Cuando llega el momento de permanecer en silencio, o llámale «meditación», que todos tenemos en algún momento del día, donde sólo resuena el eco de saetas, pasodobles, timbales, pirotecnia, conversaciones y jolgorio, en nuestras cabezas, a todos se nos dibuja una sonrisa de soslayo, que viene continuada de una mueca de tristeza y de un prolongado suspiro por el pasado más cercano.
¡Qué satisfacción del trabajo bien hecho, bien disfrutado y bien finalizado!.
Quiero invitar a todos a conocer este sentimiento, que sólo lo puede conocer unos pocos que son los que verdaderamente trabajamos y disfrutamos durante 360 días y lo padecemos durante 5.
Sí, sí, digo padecer.
La responsabilidad que uno toma, libremente, para trabajar y dirigir uno de los mayores sentimientos que salen dese las puertas de cada casa, como dirigir a tu cofradía de Semana Santa, preparar la verbena de tu barrio para tus vecinos, organizar la peña de la noche del día treinta, caballo, enjaezamiento, kábila, grupo…, pesa y pesa mucho, te lo digo yo, y por eso me aventuro a decir «padecer».
Ni que decir tiene que defraudar a los tuyos, los más cercanos, los que comparten contigo esta tarea durante un año completo, muy largo para el que no se moja pero muy corto para el que se dedica a ello en cuerpo y alma, es una decepción que casi no tiene cura, ni vacuna.
Pero el caravaqueño se arma de valor y afronta una etapa en su vida donde los pequeños logros eclipsaran a las grandes decepciones y eso es lo que hace grande al festejo caravaqueño en cada uno de sus ámbitos.
Con esto que quiero decir que allá por el año 1991 que comencé, con independencia y directamente a la fiesta como componente, fue cuando empecé a conocer, de primera mano, lo que significaba disfrutar de ellas, de las dos formas diferentes que yo considero. Ir a visitar a la modista con los cofrades nuevos, es disfrutar de la semana santa desde varios meses antes. Ir a organizar las veinticuatro horas de futbol sala con tus amigos de la peña caballista es disfrutar de las fiestas varios meses antes. Ir a organizar la romería de los caballos del vino es disfrutar de las fiestas desde el mes de Octubre y así sucesivamente según se van acercando las fechas que ya, sí, disfrutaremos todos por igual.
Con esto solo quiero poner la alerta y hacer saber a todos, que no caigáis en el error de pensar que los periodos de fiesta de nuestra ciudad son periodos de tiempo en el que sólo se llega a Caravaca para pagar y salir, como si solo fuese un tiempo que hay que pasar por rutina. Esas ideas son las que nos bombardean desde el exterior de nuestros entornos, y pienso que hay que romper con todo eso.
Carava necesita de sus gentes, de sus familias, de sus casas, para que siga siendo un festejo tan esplendoroso como nos lo dejaron nuestros mayores, que fueron los que dejándose tiempo y dinero en este proyecto, y guiándonos en el camino, nos dejaron lo que ahora disfrutamos y nosotros, a su vez, debemos de transmitir a nuestros jóvenes para que a su vez lo disfruten y lo conserven por el bien común , de la mano, compartiendo nuestra experiencia y apoderando sus proyectos actualizados, que serán los que llevaran a Caravaca a ser lo que todos esperamos en un futuro no muy lejano.
Nuestros jóvenes con nuevos proyectos e ideas, son y serán los que nos demostraran que son capaces de conducir y construir este proyecto de futuro de una nueva Caravaca 2.0 como ahora está de moda calificar todo lo moderno y «cool».
Trabajar 360 días en fiesta y no solamente durante 5 muy cortitos días.
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