Parece que las referencias más antiguas sobre la historia de nuestra población las debemos al curioso personaje don Martín de Ambel y Bernad que la escribió estando acogido al derecho de asilo en la Ermita de la Concepción y que dio fin a la misma el día 15 de marzo de 1660.
Don Martín, figura real aunque de leyenda y de novela, que tuvo, y tiene, motivos para haber sido un personaje de evocación popular ha sido rescatado últimamente del abandono, el desconocimiento o el olvido, con una edición de su obra admirablemente comentada sustentando la tesis de que el nacimiento de Cehegín fue como campamento militar en época musulmana, por José Moya Cuenca y con una novela de Salvador García Jiménez; de todas formas nunca encajó como personaje de antología y es que son muchos siglos los que nos separan de sus días y el desinterés por las figuras cehegineras es proverbial.
A él debemos una serie de curiosidades, que conoció, o que le contaron, sobre aquellos tiempos de Cehegín que vamos a recuperar para nuestros lectores, a quienes por interesarles las historias pasadas les reproducimos éstas.
Aquella afición de Ambel fue heredada por otros señores que dejaron curiosas notas, algunas de las cuales nos han llegado.
Hay otros escritores e historiadores, especialmente los de Caravaca que tratan de otras facetas de nuestra historia primigenia pero es por la afinidad existente entre ambas poblaciones.
Vamos a hacer abstracción de la pre-historia, y a comenzar con noticias que se escribieron hace más de cinco siglos sobre los orígenes de Cehegín que figura como villa antigua en el reino de Murcia, situada en la ribera del río de Canara y es discutida, controvertida tradición antigua, que fue poblada por griegos, antes del nacimiento de Jesucristo, cuando una gran flota de navíos arribaron a las costas del mar Mediterráneo y de la actual Cartagena pasaron a Argos, en la ribera del citado río de Canara, que tomaría el nombre de la población.
Los griegos que confraternizaron con los iberos nativos a los que, diríamos, civilizaron, reciben la invasión de los cartagineses y, unos tres siglos antes del cristianismo la invasión de los romanos; con la llegada del cristianismo hace conversiones el paso de los Varones Apostólicos y sus discípulos, especialmente San Segundo y San Eufrasio. El año 306 sufrieron martirio en Argos durante la persecución de Diocleciano, San Restituto y San Críspulo que sembraron con su sangre la semilla del cristianismo.
Tras de ello tenemos la invasión de los visigodos procedentes de norte de Europa, que se asentarían en Begastri, y la invasión por los pueblos del Islam.
(Hemos intercalado algunos datos, aunque no los cite Ambel).
Una poesía antigua dice así:
En la ribera del Argos
dejé mis ojos llorando:
Dios sabe después acá
si he tenido algún descanso.
Deformación gramatical de Argos es “Arjona” (por Argona).
Los tiempos fueron cambiando los nombres de Cehegín y así tenemos que Tito Livio lo llamó Austogamin; el maestro Florian de Ocampo, Anatorgin; el Lcdo. Juan de Robles, dice que los griegos la llamaron Tehogín, esto es, “tierra de Dios”; tras de la invasión por el Islam se asientan por estas riberas miembros de la tribu de los Sinhayiyin, todavía existente en Marruecos, y dan nombre a la tierra conquistada apareciendo los términos zinhgies y cenhegies para designar a la fracción de su Cábila y Cenhegí o Cefegín para el Castillo, parecido muy en relación con la actual denominación que cristianizaran las huestes de Alfonso X, adelantados del rey San Fernando o Fernando III.
Indebidamente, alguien ha pretendido considerar al antiguo Cehegín como terreno begastrese dada la proximidad, a unos 2 km., con el lugar donde estuvo, hoy ruinas, Begastri. No, este poblado, emporio de la vega del río Quípar es donde se asentaron y enriquecieron los visigodos creando la cátedra episcopal de la Deitania, cuya capitalidad civil y militar estuvo en lo que hoy es Totana.
Configuración del Cehegín antiguo
Cehegín estaba en el cuarto clima y a 36 grados del polo; su asiento y fundación se hizo sobre una colina que corre del Ártico contra el Antártico con ochocientos pasos de longitud, poco más o menos y trazaba una línea que tenía principio en la parte del mediodía, donde su fábrica era más apacible, e iva, disimuladamente, empinándose, hasta parar en una eminencia opuesta de crudas pizarras, sirviendo de término y remate un gran derrumbadero de tajada peña, en cuya cumbre quedaba situada la villa antigua.
Por la parte que mira a Levante, Poniente y Septentrión, estaba coronada de empinados riscos, si bien es verdad que por la parte contra el mediodía era más apacible, pues con un poco de cuesta que se sube, la cual tienen principio donde las puertas de Murcia, dicen el Partidor de Abajo, hasta las Eras Altas desde donde ya se va por llano a la cumbre de un cerro que es igual en altura con aquella parte donde está la villa antigua, en cuyo cerro y sus colaterales estaba (año de 1660) la más principal de ella.
Contemplando las muchas fortalezas que esta villa tenía y antiguamente tuvo, así por arte como por naturaleza, nos hacer ver que fue una de las plazas fuertes que tuvo España, porque conceptuando la entrada que tiene por la parte del Mediodía, las demás de su servidumbre son cuestas empinadas, ásperas y trabajosas y particularmente la parte que mira al Norte, que dicen el Pozo y el Alcázar , son (eran) de impugnable (sic) sitio.
Toda la villa estuvo en tiempos cercada de murallas de argamasa tan fuerte que los restos que quedan de ella, que son muchos, están convertidos en un almohadón diamantino como asimismo lo están treinta y dos torres que tuvo y de presente están en ser contados sus engarces, escuadras y travesas. Contra la parte de Levante, tenía la villa un postigo que salía al punto en donde está la Plaza Vieja, prevención ajustada para las necesidades que en tiempo de guerra es muy posible se dieran, al estar terraplenado; tal, recibía el nombre de puerta de la Villa, y que tenía dos torres de buena estofa y un foso de gran profundidad y anchura, con un gran puente levadizo, el cual mientras el reino de Granada estuvo en poder de los moros todos los días, al trasponer el sol, se levantaba y hasta otro días, después de rompido el Santo (la señal o contraseña), no se bajaba. Asimismo, superior a esta puerta, en una eminencia tiene un fuerte castillo con buena cantidad de torres y entre ellas, sobre una barbacana de fuerte piedra, en forma, en forma de parapeto, había un cubo macizo, como por corona, que el vulgo llamaba “la Torre ciega” y que se enfrenta con la pared del Mediodía.
Había, además, un algibe cubierto donde se recogía agua de lluvia para que ésta se conservara con cuidado. Independientemente, hicieron una caja fuerte donde labraron un pozo secreto, por debajo de tierra, que se llenaba con agua azucarada del río de Canara que discurría [y discurre] al pie de la fortaleza sin que pueda ser derivado por la orografía del terreno.
Hemos respetado, en cuanto ha sido posible la redacción de Ambel y el lector observará que pese a las transformaciones introducidas en las erosiones propias del tiempo, el conjunto arquitectónico continúa inmutable, de ahí que tengamos un BIC (bien de interés cultural) conjunto monumental nacional de gran valor histórico.
De la bonanza del clima de Cehegín son prueba la salud natural de sus habitantes y la variedad de especias agrícolas que se han cultivado a lo largo de los tiempos.
Se hablaba de que en 1648 asoló una terrible epidemia de peste en múltiples poblaciones del reino de Murcia y que por la misericordia de Dios no apareció en esta población, pese a tener vecinos de longeva edad, entre ellos una mujer conocida por “la Herrera”, que tenía ciento veinte años, en letras de Ambel.
El clima, cultivos y linderos de la villa.
Ambel tenía una galana pluma y un exaltado numen poético que le hizo describir los diversos particulares de la villa. Y dice que:
el buen temperamento de su horizonte, se compone una ausencia también acondicionada que ni en el invierno el frío, consumidor de la naturaleza, es tan demasiado que la menoscabe ni en el verano el calor tan fogoso y ardiente que derrite y consume el húmedo radial, porque demás de estar libre de que lo comprenda aquel adagio, que de algunas provincias se cuenta, “Nueve meses de invierno y tres de Infierno” en esta Villa y su término tenemos observado con larga experiencia que tan solamente los meses de noviembre, diciembre, enero y una pequeña parte de febrero, hace algún poco de invierno, aún que de continuo con una moderación apacible. Todo lo cual debe de proceder por razón de que es una rara contingencia el nevar en esta Villa y su término y cuando tal sucede en muchas partes de su territorio, si caso cae alguna, no cuaja como lo estamos tocando en todo el distrito de Ntra. Señora de la Peña de canara, donde el caer la nieve y consumirse todo es una misma cosa. Y los demás nueve meses del año, son tan bien dispuestos y templados que en todos ellos se encuentran hojas en aquellos árboles que carecen del privilegio de que gozan los que las conservan todo el tiempo que dura su vida, como así mismo florecen las yerbas. Demás de esto, ayuda mucho a que se goce de buena y cumplida salud en esta Villa el no haber visto sobre ella jamás nieblas asentada con reposo, todo lo cual debe de proceder de que en toda su comarca y en muchas leguas en contorno no hay lagunas ni estanques con aguas reposadas. Para el gasto ordinario de los vecinos de la Villa y para regar sus heredades de ella, goza de aguas muy dulces y azucaradas y asi de fuentes como de las que las acequias conducen, sacadas con azarbes, (como se dirá luego), de los ríos de Quípar y de el de Canara: con la de este se riegan las huertas y jardines, lo cual es como una cinta de esmeraldas tienen ceñida toda la Villa, en cuyos carmenes floridos se cultivan cantidad de árboles de agrura, nogales, cerezos, ciruelos, perales, manzanos, granados, menbrilleros, adurazneros, higueras y finalmente de tantos y tan diversos géneros de árboles fructíferos de tan varias naturalezas que juzgo que no sería encarñamiento el decir que en todas cuantas cosas creó Dios Ntro. Señor en el mundo, de todas goza nuestra Madre España, de todas ellas, sin que falte alguna, se hallarán en la huerta y término de esta Villa de Cehegín, de donde saco que los montecillos que arriba dije que le servían por defensión del frío y otros que son alguna poca deintermisión le va en contra las partes de Levante y Mediodía, parece que al disponellos la naturaleza, se esforzó lo posible y hacen, eso no se diga, que aportó de hallallos y murallas y cerca de otro fragante de increíble hermosura y no se juzgue la lisonja el que ponderándoles como es razón, se verá que de todos aquellos montes, después de servir de bizarro adorno, se viene a engendrar una línea circular casi perfecta, con la que se circunda la Villa y todas sus huertas, vegas, viñas, olivares, morerales juntamente con todos los demás árboles, cuyas partes en un todo forman un nuevo Paraíso en la tierra, el cual mirando en el triunfo de las dos galas del año, Abril y Mayo, es el más hermoso y agradable cariño que el mundo y sus delicias conoce, porque en semejante ocasión la huerta viene a parecer una riquísima esmeralda y la Villa diamante fino engastada en ella.
En tiempo de los meses dichos se ofreció el estar de conversación con cierto caballero, natural de la Ciudad de Granada, el cual, después de haber mirado y contemplado con alguna suspensión tanta diversidad de colores, aunque todos verdes, como en semejante tiempo sirven de agradable objeto a la vista, haciendo muchas admiraciones, dijo: mi patria goza de las huertas más ricas y deleitosas que tiene el mundo, más la que esta Villa tiene, después de haberme parecido regalada moceta de albaca y clavellinas, sin hacelle lisonja, digo que puede entrar en competencia con aquella y en un tanto, dudo mucho por quien se ha de cantar victoria.
Hacia fuera los linderos de la villa los citaba así:
Contra la parte de Poniente, con la de Caravaca y al Septentrión, con la de Moratalla, que todas tres Villas son antiguas poblaciones de Griegos, de la Orden de Santiago, aunque de Encomiendas distintas, y a la parte de Levante, con la Villa de Calasparra y Mula, esta en el estado del Sr. Marqués de los Vélez y de Molina y aquella es Encomienda de la Orden de Caballería de San Juan; y como el Mediodía, se avecina con la famosa y en jamás bien celebrada Ciudad de Lorca.
Cuanto antecede se escribió en torno al año 1660, como queda dicho, en cuyos tiempos se levantó la antigua Casa del Concejo (Ayuntamiento Viejo) y la contigua casa de los Fajardo.
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