En varias ocasiones hemos hablado sobre la economía en el Cehegín de la Edad Media y de los siglos XVI al XVIII. Los niveles de pobreza era muy elevados y cuando se habla de pobreza en esta época se habla literalmente del no tener qué llevarse a la boca. Eran los llamados “pobres de solemnidad”. En los padrones de vecindario vienen reflejados como pobres al poner el oficio.
El tema de la mendicidad es, aunque parezca lo contrario, muy extenso ya que el mundo de los mendigos incluía a una gran variedad de personajes, muchos verdaderamente pobres de solemnidad, pero también a rufianes y maleantes presas de grupos de pícaros que se movían en estos ambientes. No obstante vamos a comentar sucintamente cómo era la vida y situación de los mendigos en Cehegín.
En primer lugar es necesario decir que el Concejo, siguiendo la norma general, tenía controlados a sus mendigos y no permitía que los de otros pueblos viniesen a pedir limosna aquí, normalmente esto venía regulado en las ordenanzas concejiles y existía un control al efecto de saber quiénes eran los mendigos. Si no se hallaban avecindados en la villa eran expulsados y, a veces, castigados.
Estos pobres de solemnidad eran básicamente viudas, que quedaron en ese estado sin hijos y al encontrarse sin ningún tipo de protección social ni protegidas por ninguna cofradía caían en la mendicidad para poder sobrevivir, los viejos y lisiados sin recursos ni familia, niños y jóvenes huérfanos, a veces deficientes y también, por supuesto algunos picaros, aunque en villas pequeñas como Cehegín este tipo de picaresca no era fácil de enmascarar.
También hay que distinguir al mendigo del vagabundo (vagamundos como era conocido en esa época). El mendigo pide limosna pero no tiene por qué ser vagabundo. Este segundo caso está más relacionado con personas que se desplazaban de un lugar a otro, sin oficio ni beneficio; unas veces pedían, otras trabajaban, sin una residencia ni avecindamiento fijo.
Dentro del grupo de los mendigos hay un sector, que resulta un tanto anecdótico, pero interesante de comentar, y es el referido a aquellos esclavos viejos o lisiados que, una vez que no tienen utilidad para el amo, si éste no les ha cogido aprecio, les daba la carta de libertad y los convertía en libertos. Ya, pues, pasaban a ser mendigos por no tener posibilidad de trabajar por su estado físico.
La no existencia de ningún tipo de protección social llevaba a este mundo a muchísima gente. Cuando llegaban las crisis, por ejemplo por sequías, o carestía de alimentos por la causa que fuere, el número de mendigos se multiplicaba y era engrosado principalmente desde el grupo de los braceros, o jornaleros que no tenían tierra, y vivían exclusivamente del jornal diario. Verdaderamente el que una persona quedase lisiada, si no tenía medios ni familia, era, literalmente, su ruina.
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