Otra de las cavidades de la Peña Rubia de Cehegín que merece ser destacada por la abundancia y rareza de los materiales que aportó es, sin duda, LA CUEVA DE AMADOR. Está situada muy cerca de la del Calor, formada en la misma fractura que ésta y localizada en el centro de la montaña. Es de muy pequeñas dimensiones, apenas tres metros de larga, y no sobrepasa el metro de altura en ningún sitio. Esta cueva ya fue excavada por don Gratiniano y se recuperaron algunos vasos de yeso que se depositaron en Murcia.

Hay que pensar que en los años 50 del pasado siglo las excavaciones estaban todavía evolucionando y por las dificultades de esta gruta así como las anteriormente referidas, estas serían más bien una recogida de materiales significativos o poco más y posteriormente terminada de excavar por D. Miguel San Nicolás, en la que ya se realizó una metodología arqueológica adecuada. Aportó unos materiales muy interesantes, como ya hemos mencionado, pues además de los objetos normales de esta época, como puntas de flecha u hojas de silex, una buena cantidad de fragmentos de vasos votivos de yeso la hicieron más peculiar por ser estos más escasos que otros objetos funerarios.

LA CUEVA DEL CALOR. Es la cavidad más grande de toda la montaña, formada en una gran fractura por los anteriormente citados procesos de la disolución de la caliza, que produjeron una gran sala de casi 16 metros de larga por 10 de ancha y con una altura considerable que resulta idónea para el hábitat humano. Excavada por San Nicolás y por Doña Consuelo Martínez, y depositados todos los materiales extraídos en el Museo de Cehegín. Se realizaron varias campañas, sin llegar a terminar el trabajo completamente, hallaron niveles con unas cronologías que van desde el Neolítico hasta la época tardo romana.

Se encontró esta cueva parcialmente saqueada desde antiguo, pero tras retirar toda la tierra revuelta se pudieron constatar enterramientos de época Eneolítica al rededor de sus paredes con unos paquetes mortuorios en los que se había cremado los cadáveres recolocados junto al ajuar en la cueva.
Bajo estos niveles se exhumaron los de época Neolítica. Multitud de objetos cerámicos y de hueso de esta cultura y que atestiguaban que la cueva se empleó en esa periodo como vivienda.

Junto a la entrada de la cavidad, fueron excavadas una serie de tulipas argáricas de pequeño tamaño. Se trataría de ofrendas allí depositadas para rendir culto a los muertos que sin duda en ese tiempo estarían visibles y las gentes del argar considerarían antepasados suyos.

Es la cueva que más materiales ha aportado, pues además de lo antes referido, otros objetos de gran valor arqueológico se han recuperado de ésta, cave destacar un caracol de bronce de tamaño natural realizado con la técnica de la cera perdida y encuadrado en la cultura romana, así como unas llaves de hierro también romanas que alguien perdió al visitar la cueva.

Hay que pensar la gran cantidad de tiempo trascurrido desde la edad del bronce argárico, estamos hablando del año 1800 antes de Cristo y la época ibero romana allá por el siglo II antes también de Cristo, en la que quizás esta cueva permaneció clausurada y reabierta por estos últimos para usarla quizás de santuario, pues debido a su gran colmatación de sedimentos era muy poco útil para una vivienda estacional; sin embargo, su uso como santuario local íbero-romano y quizás eremitorio posterior sería más probable. La cuestión es que en el siglo IV después de Cristo se vuelve a clausurar definitivamente hasta mediados de 1960 que unos niños la descubren y la utilizan para sus juegos, dando pie para que clandestinos de toda la región la saquearan.