Hasta el año 1844 en que se crea en Murcia la Escuela Normal de Maestros, la enseñanza primaria era impartida en los pueblos, pero vamos a ceñirnos a Cehegín, por los llamados dómines; personas de irregulares conocimientos, sin titulación alguna, que se dedicaban a impartir las primerísimas letras en sus propios domicilios o en locales inhabitables; también hubo algún sacerdote, de la nutrida Parroquia de Stª Mª Magdalena, que impartían clases a niños de familias más acomodadas.
(Paso sin detenerme en la atención que por temporadas se impartió en el Convento de franciscanos y por las Hijas de la Caridad que llegaron a preparar por enseñanza libre para exámenes de maestros elementales a jovencitas, a raíz de la creación de la Escuela Normal de Maestras, pero ello en los albores del siglo XX).
Era un anacronismo que los gobiernos de la Nación no hubieran legislado sobre la Enseñanza Primaria y sí para las Media y Universitaria, de la que tenemos un profesor titulado local, don Blas Torrecilla, (que vivió en una casa de la actual calle López Chicheri, sobre cuyos cimientos construyó la suya, (hoy en estado semi-ruinoso, el médico don Antonio Bernal) y que fue alcalde por los años de 1867-1869.
Volvamos a la enseñanza primaria. El Ministerio de Instrucción Pública en torno al año 1838 dispuso la creación de la Escuela Normal Central, en Madrid, para la formación de los maestros-profesores que habían de ocuparse de las Escuelas Normales de Provincias y, como queda dicho, la de Murcia inició sus clases en 1844 con la colaboración del Jefe Político (denominación entonces de los Gobernadores Civiles) que pidió la ayuda de los Ayuntamientos para la recluta de jóvenes con buena disposición para que les facilitasen alojamiento en la capital.
Los aspirantes saldrían con estudios de dos años y el título de Maestro elemental para regentar Escuelas Municipales en Murcia y provincia. En la primera promoción salió el joven ceheginero Bartolomé López-Julián y Maya (acta municipal de 24-6-1844), que falleció siendo muy joven. Ya conocemos que el pueblo llano padecía un destacado estado de incultura y de modestísima economía, por los misérrimos jornales que percibían.
Sería a mediados del siglo XIX cuando en Cehegín se normalizó la enseñanza primaria a cargo de los ayuntamientos y fueron notables algunos de los maestros que recalaron y dejaron nombre, como don Agustín Perea, don Elías Martínez Rico, (que tuvo una calle con su nombre), o don José Mª Cuadrado, todos ellos en un tiempo, a caballo de los dos siglos precedentes y en distintas épocas. Nuestro Archivo Histórico Municipal, tan rico en documentación, la tiene abundante sobre los maestros que desfilaron por nuestra ciudad a través de los tiempos y vamos a ceñirnos desde los inicios del siglo XX, en que se fueron creando las Unitarias, escuelas así llamadas, de niños varones, que fueron creciendo y creándose después las de niñas.
En nuestra Historia reciente, hay un inventario que en el año 1934, nos dice que entre el casco y el barrio de las Maravillas existían nueve escuelas unitarias de niños (6 en el casco urbano y 3 en el barrio); siete de niñas (4 en el casco y 3 en el barrio) y tres de párvulos (2 en el casco y 1 en el barrio). Eran, en total, 9 maestros y 10 maestras (con las 7 unitarias y 3 parvularios), quienes regían los 19 centros escolares de la ciudad.
Como los ayuntamientos corrían con el pago de los locales y con una subvención para viviendas de los maestros, procuraban que vivienda y escuelas estuvieran en el mismo edificio, siempre alquilados y en dudosas condiciones de habitabilidad, pero era así; cuando se daba el caso de que existieran matrimonios de maestro y maestra, la escuela de niñas estaba en el domicilio conyugal y la de niños en local alquilado, independiente. En Cehegín, en el año 1950 había tres matrimonios de maestros: Zorita-Morales, Lag- Soler, Prefasi-Campos. Y en el año 1956, figura otro matrimonio de maestros: Diez-Vives.
El que una escuela estuviera en el domicilio del maestro tenía graves inconvenientes como la salubridad, pero el más grave era que se produjera algún fallecimiento, como sucedió el día 12 de enero de 1932 con el del Maestro don José Hernández Espinosa, que aunque motivado por una angina de pecho (o infarto fulminante), el inspector médico, que era don Antonio Bernal, dijo que creía conveniente dirigirse verbalmente al Sr. Alcalde de esta ciudad para que el menaje y enseres de la referida Escuela sea convenientemente desinfectado o destruido.
Fue a partir del primer cuarto del siglo XX cuando la enseñanza primaria comenzó a funcionar ordenadamente con el nombramiento de los llamados maestros propietarios, algunos de los cuales dejaron huella en Cehegín, entre otros: don Carlos Cabrera y don Celestino Segura Villa, que llegaron a coincidir con algunos de éstos:
- don José Hernández Espinosa (fallecido en 1932)
- don Salvador Zorita Piquer
- don Rogelio Prefasi
- don Pedro Eurrutia
- don Francisco Rabadán
a los que se unieron a partir de 1940,
- don Juan García López
- don José León Sarabia
- don Juan Antonio Lag
- don Antonio López
- don Pedro Corbalán
y más adelante,
- don Antonio Espejo,
- don Francisco de Sales Álvarez de Hita y
- don Daniel López Serrano,
y advierto que no cito más que a los fallecidos, pues aunque jubilados contamos con la presencia de otros valiosísimos educadores en sus días. De los enunciados varios de ellos integraron la plantilla de la primera agrupación escolar que tuvo la ciudad instalada en la casona de la calle Hermanos Carrasco.
Entre las Maestras, vamos a citar los años que venimos comentando a
- doña Juana Carrasco,
- doña Elena Fernández
- doña Rafaela Company
- doña Maravillas Ruiz
- doña Herminia Astudillo
- doña María Navarro
- doña Mariana Campos,
- doña Vicenta Morales
- doña Carmen Soler
- doña Mª Luisa Bragulat da Silva.
El Cehegín actual no se parece en nada al de cincuenta años atrás, y menos en el capítulo de la enseñanza primaria que, como queda dicho, se impartía en plan de unitarias, o sea un maestro para cada escuela y el alumnado se clasificaba por secciones según iban pasando del pleno analfabetismo al grado sexto, que representaba un notable estado de culturización pues se entraba en la escuela con 8/10 años y se salía con 16, salvo que los padres retiraran a los niños para que les ayudaran en los oficios, en la agricultura, o en el pastoreo, es un decir.
He traído este tema a sugerencia de varios amigos con inmenso cariño por tres razones:
1 – Soy hijo de Maestro que aunque en otra gran población vivió la transformación de la enseñanza primaria con la creación de la primera graduada que dirigió mi padre, que era director por oposición y fui alumno de unitaria y de escuelas graduadas.
2 – Vinculado a Cehegín desde el año 1947 tuve el honor de tratar a muchos maestros y maestras de los que he mencionado.
3 – El padre de Rosario, mi esposa fue un gran Maestro en Cehegín, que falleció en el cumplimiento de sus tareas escolares y en la Casa-Escuela.
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