Juan José Gómez Matallana,
Director del Centro de Día
‘Virgen de las Maravillas’
En el anterior artículo en ‘La Panorámica’ (28-11-2014) expliqué los obstáculos y las carencias más importantes que podemos desarrollar en los encuentros con los demás, especialmente cuando se trata de acompañar a personas que sufren o tienen dificultades. Las moralizaciones o juicios de valor, los consejos o sermones, las recetas fáciles o los «paños calientes» de consuelo, vimos que eran ineficaces y contraproducentes si pretendemos ayudar a alguien.
Creo, por mi experiencia y formación personal y laboral, en el poder y el milagro de la empatía, como actitud que nos capacita para «meternos en la piel» del otro y acompañarle desde sus pensamientos, significados, emociones, recursos, creencias, ideas, etc. Cualquier persona que esté inmersa en un proceso de dificultad o sufrimiento es quien mejor sabe cuál es su situación; es ella misma quien conoce qué significa lo que está pasando, cuáles son sus emociones y cuál es su deseo profundo de sanación. En todo caso, las personas que sufren pueden necesitar un acompañamiento que les ayude a reflexionar, les aclare, les remueva, y de ahí tantos servicios profesionales de «-ólogos» y «-peutas» que tenemos a disposición.
El primer requisito para cultivar nuestra capacidad de empatía es saber escuchar. A priori, como decía un sabio antiguo, estamos doblemente dotados para la escucha (dos oídos) que para hablar (una boca) y, sin embargo, asistimos a una sociedad en la que se habla mucho y se escucha poco.
Para escuchar, activa y profundamente, hemos de realizar varios pequeños ejercicios que detallo a continuación:
– Tomar la firme y consciente decisión de trasladar el centro de interés al otro. Reafirmarme en la importancia y la validez de lo que el otro me quiere expresar.
– Ser consciente de los propios pensamientos, emociones, ruidos internos, malestares, prejuicios, etc. Hacer un esfuerzo de acallar esa «hemeroteca interior» y dejar un vacío en mi mente y en mi corazón para acoger «la hemeroteca del otro».
– Gestionar sana y equilibradamente los pensamientos, ideas, tentaciones de consejos, opiniones propias, porque se trata de lo que el otro me quiere expresar.
– Poner toda mi atención en lo que está ocurriendo en el presente, aquí y ahora, dejando atrás «lo del pasado», acogiendo cada detalle, cada gesto y cada palabra de la otra persona.
– Desarrollar mi atención hacia el otro en gestos verbales (devolviendo palabras y sentimientos que son importantes de lo que me ha dicho el otro) y no verbales (moviendo la cabeza, mirando acogedoramente).
– Devolver de forma sencilla y clara lo que hemos entendido de lo que el otro nos ha comunicado.
Si ponemos este tipo de pequeñas acciones en práctica, captaremos de forma más nítida y auténtica lo que el otro me quiere transmitir y, desde ahí, estaremos en predisposición de empezar a caminar con el otro para encontrar una salida, una solución o el alivio de un sufrimiento. La empatía garantiza el resultado.
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