Miguel nace un cuatro de noviembre de 1915, en el seno de una familia humilde. Siendo el mayor de cuatro hermanos, pronto descubre su gran habilidad para el arte. Y a pesar de que las necesidades de la época, le impulsan a trabajar en la construcción, él nunca desistiría de su pasión.
Osado por naturaleza, y en la España de la Guerra Civil; no duda ni un solo momento en definirse a sí mismo como un «dibujante». Tenía claro que al frente no podría ir; pertenecía a ese grupo de jóvenes con limitación física a los que deberían asignar otra función. Y la de dibujar, fue su manera de servir en aquellos años.
Encaminando su vida laboral a la pintura, logra su primer encargo como pintor, pero como pintor de «brocha fina», y de un modo altruista; a la joven edad de 26 años. Mientras ayudaba a su padre en una de las reformas de la iglesia de la Stma. Virgen de las Maravillas, le propone al padre guardián del convento, realizar un tapiz para cubrir el camarín en esos días de fiesta, en los que se encuentra tan vacío.
Él nunca había realizado un trabajo de semejante envergadura. Y a pesar de la gran responsabilidad que ello implicaba, confiaba en que todo saldría bien. Ante todo, era un «dibujante».
Por aquellos años, el país estaba desolado tras un conflicto bélico, y sin ser consciente de que venía otro en camino; no se podían conseguir ni lienzos, ni óleos, ni pinceles con facilidad. Pero fiel a su lema de que todo se puede conseguir, se las ingenió para disponer del material adecuado.
Él habla de aquellos veranos con su primo, el pintor Miguel Muñoz Abril; siendo éste un niño, el que luego se convertiría en un pintor de renombre, admiraba su flamante obra de arte. Porque el lienzo estaba colocado en el hueco de la escalera de su casa. Y subiendo y bajando peldaños, lograríaesa gran maravilla de las Maravillas. Los niños salían del colegio e iban a casa de Miguel a ver cómo dibujaba a la virgen. Al parecer era un espectáculo verlo trabajar.
Vivió en el anonimato, durante casi sus 100 años de vida. Sus casi, porque no fue hasta sus noventa y algún año cuando empiezan a reconocérsele pequeñas obras realizadas sin ánimo de lucro. De cómo mezclaba albero y pintura para dibujar en el ruedo de nuestra plaza de toros, de cómo dibujaba a mano alzada lo que se proponía… De cómo pintaba una pared, restauraba un armario o empapelaba una casa entera.
Esto podría ser un pequeño resumen de su carrera profesional. Pero, ¿cuál es su verdadera historia? ¿Quién es realmente Miguel Muñoz de Maya?
Miguel ha sido marido, cuñado, padre y abuelo. Pero no uno cualquiera, ha sido el mejor. Ha sido vecino y amigo. No ha dejado indiferente a nadie que se haya cruzado en su camino. Él es un mono azul, unas gafas gruesas, un zapato con alza, una sonrisa desdentada y un aroma a Ducados. Él es ese instante mágico en el que te lo encuentras a la salida del colegio. Es esa palabra acertada en el momento adecuado. Esa carcajada cuando más la necesitas. Es la simpleza delicada y selecta, que te impide olvidar tus orígenes. Es el vivo reflejo, de que lo que de verdad importa no se puede comprar con dinero. Rara, o casi inexistente es aquella persona que tenga un recuerdo triste de él. Probablemente nadie lo haya visto enfadado o con unas malas palabras. Es alegría, optimismo, paciencia y sabiduría.
Porque para él no hay un domingo sin arroz. No hay una navidad sin “pascua y anís”. No hay partido de fútbol sin compartir con amigos. Nunca faltará un vaso de vino en su mesa, y jamás dudará en compartirlo contigo.
Miguel Muñoz es simplemente especial.
¡Felices 100!
Cristina Lorenzo Muñoz
Pedro 15 noviembre, 2015 a las 1:13 pm
Gran persona y magnífico tertuliano de barbería.
Matías. 29 enero, 2016 a las 12:44 pm
Y otros 100 más que cumplas, Miguel… a la vera del Paseo, esperando que esparza sacos de billetes aquel amigo común que decía que lo iba a hacer… en cuanto le tocara la Primitiva!!!