Antonio González Noguerol
Maravillosa, es obvio que de ahí su nombre, la imagen que cruzó el diáfano Mediterráneo desde Nápoles hasta las costas cartageneras. Maravillosa asimismo, la fascinación que despertó desde el primer momento a todos los afortunados que la contemplaron en su periplo hasta nuestro terruño, y no digamos cuando por fin se erigió en Madre de los cehegineros, prendados de aquel gesto sublime que irradia de sus celestiales rasgos.
Maravillas, así la denominó el franciscano P. Moreno deslumbrado ante tanto primor, y así apareció titulada prodigiosamente, varias veces, de la mano inocente de un niño, después de sortear con insistencia diversos nombres. Se cuenta que *Nicola Fumo (o “Fiumo”), cuando esculpió la genial obra, quedó dormido, cansado por el esfuerzo de plasmar su proyecto y fue en ese momento cuando una mano divina determinó el incomparable rostro virginal. Ignoramos si el apellido “FUMO”, se pronunciaría en italiano “FIUMO”, supongo que de ahí esas dudas sobre el auténtico nombre.
Para expresar el ceheginerismo se suele afirmar: ‘Eres más ceheginero que la Cuesta del Parador’. De igual forma, para ponderar la gracia de las mozas cehegineras se dice: ‘Eres tan guapa como la Virgen de las Maravillas’.
Cehegín es una continua cita a su Virgen rubia, no existe recóndito rincón ni espacioso lugar que no evoque la presencia de la Señora: el Puente de la Virgen; el Barranco de la Virgen; la Cuesta de las Maravillas; el Barrio de las Maravillas; la Bodeguica; la Esquina de la Virgen; … Incluso aquel eslogan de hace años, olvidado no sé por qué: ‘Ciudad de las Maravillas’. Y naturalmente su entronización, no sólo en los distintos estamentos, sino en todos los hogares cehegineros.
Hasta las rosas afloran por amor a la Virgen. –‘Eres flor de dulzura en los dolores,…’ – canta el himno. Porque ¿no han observado qué vergel se está desarrollando a las orillas del Argos? Desde allí en el otero que domina Canara recibimos el halo de la antigua patrona: la milagrosa Virgen de la Peña, que prestó su ancestral patronímico a la Soberana Trigueña.
Según cuentan, también existe una zona de Burete, cerca de donde pasó aquella clara noche de julio la imagen napolitana camino de Cehegín, que brotan misteriosos rosales. Será por eso que la rosa es la más fragante de las flores.
Estrella refulgente… –así empezaba el villancico que entonaba solemnemente un cuarteto vocal en los descansos de la procesión patronal- “…Madre, Madre maravillosa, Madre sin igual…, nuestras almas se merecen un tremendo castigo mas estando siempre contigo nadie puede peligrar…”.
Evidentemente la trascendental conmemoración de la llegada maravillense a nuestro pueblo eclipsa las otras efemérides: las coronaciones de los años 1925 y 1950; 75 y 50 aniversario. No por ello hemos de postergarlas pues estamos ante una singular Reina dos veces coronada, como refirió con acierto nuestro entrañable académico Alcázar de Iranzo. Singular distinción, con el privilegio de serlo junto al Niño Jesús, nimbado con los rayos simbólicos de las Tres Potencias.
Difícil es entusiasmar a las gentes de Cehegín, pueblo de carácter displicente e introvertido para ciertas cuestiones, pero tratándose de su Amada Señora, “… sol radiante que en el cielo brilla …”, es proverbial la metamorfosis que experimenta. Los vecinos se lanzan a la calle y todos a una, como el mito de Fuenteovejuna, abrazan a su Virgen acompañándola casi en volandas mientras dura la manifestación. Así se ha constatado de nuevo estos días de procesiones, a la luz del día, por los distintos itinerarios y en las visitas a los templos de la ciudad. Cehegín necesitaba la presencia en la calle de su Madre Maravillosa. Si somos sinceros, andaba menesteroso de su Virgen y hemos de reconocer que estas salidas han actuado de revulsivo maravillense. Hoy el pueblo conoce mucho más de su Patrona que hace unos meses.
Aun más cuando ha quedado patente que la imaginería barroca luce extraordinariamente a la luz del sol. Bien es sabido que para llegar a la Virgen no es necesario investirse de blasones, ni oropeles, con destellantes fanales. Ella ya los posee sobradamente, Ella es poesía, luz, humanidad, sencillez. Su donaire es suficiente para encandilar a cualquiera que la admire: “…y quien no lo crea… –como escribe el poeta Fermín María- …que venga a Cehegín y lo vea…”
Existen innumerables poblaciones que aman a la Virgen, por algo se dice de nuestro país que es la tierra de María. Desde luego que la honrarán igual, pero no más que las gentes de nuestra tierra adoran a su Madre Santísima de las Maravillas.
“…hasta la rosas afloran al paso de la Virgen…”.
Artículo publicado en el año 2000 en la revista con motivo del entonces 275 aniversario de la llegada de Nuestra Señora la Virgen de las Maravillas al pueblo de Cehegín.
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