“No vayas al Escobar en burra, / porque me apuesto un cigarro,
que si ha llovido y hay barro / ni llegas tú, ni la burra”.
Así rezaba más o menos una de las coplas que conservo en la memoria, impresa en los envoltorios de los caramelos de S. Santa.
La tradición de regalar caramelos en estos días es una de las más arraigadas en nuestras latitudes, aunque a lo largo de los años se haya extendido a otras comunidades.
Parece ser que nace por la costumbre de los nazarenos de ir provistos con comida -huevos cocidos, bocadillos, fruta etc…-como refuerzo gastronómico ante los largos itinerarios de las procesiones, en algunos casos hasta 5 ó 6 horas.
El Cardenal Belluga, a la sazón, obispo de Murcia, vió con malos ojos tanta relajación en días que, contrariamente, debieran estar impregnados de penitencia, y dicta un decreto: “…y por lo tanto, prohíbo que durante las procesiones los nazarenos ofrezcan o coman dulces ni cosa alguna, haciéndolo extensivo a los que presencien el cortejo”. Entonces los nazarenos invocaron al prelado diversos razonamientos y ante la negativa, haciendo caso omiso, recurrieron sagazmente al consumo de caramelos como más discreto y más fácil de camuflar, además por su componente energético de azúcares, proveía debidamente a los cansados estantes —es sabido que a los que cargan con los pasos se les denomina así en Murcia, como en Sevilla se les llama costaleros porque sostienen los tronos sobre sus costados, aquí, en cambio les llamamos anderos—
Otra historia asevera que se aprovisionaban de las viandas para socorrer a los necesitados que se encontraran en el trayecto, como acto de penitencia y desagravio por los pecados cometidos a lo largo del año.
Numerosas versiones nos hacen dudar de una historia fiable, lo cierto es que la costumbre fue progresando y cada año aumentaba el consumo de caramelos, hasta que a uno se le ocurrió imprimir los versos en los papelitos de cada caramelo. Y así nació una dulce tradición extendida a todos los pueblos de la comunidad murciana y algunos limítrofes.
En aquellas lastimeras cuaresmas, donde se proscribían hasta los juegos, las imágenes religiosas se cubrían con paños oscuros especialmente morados, el anatema pendía sobre nuestras cabezas dispuesto a ejercer ante cualquier rasgo de libertinaje; con este penoso panorama, se expandían por los aires del Mesoncico las deliciosas esencias de las pastillas de caramelo que elaboraba la cercana confitería.
El anís y la menta, se mezclaban con la fresa y la vainilla, la naranja y el limón, creándose una mixtura de sabores que duraba toda la cuaresma, aliviando de alguna manera aquellos días preñados de abstinencia y expiación. También se producían bromas pesadas de algunos que encargaban al confitero caramelos mezclados con aceite de linaza y otros revulsivos que ocasionaban efectos laxantes, antiespasmódicos y carminativos.
En unos envoltorios se aludía con ingeniosas cuartetas a la pasión de Cristo, en otros la ironía del pueblo se ponía de manifiesto y los mozos escogían simpáticos versos donde declaraban su amor a las zagalas, como aquel que rezaba de esta suerte: “Tu madre te está criando como una espiga de trigo y yo te estoy esperando para casarme contigo”.
Y los corteses envoltorios timbrados por ripiosas letrillas protagonizaban el obsequio a la moza de nuestros sueños, o la tradicional bolsa de caramelos a los abuelitos, cuando no al chiquillo pidión: «nazareno, ¿me das un caramelico?…». Luego los zagales se cuidaban de recolectar aquellos atractivos papeles de caramelo para coleccionar y jugar a las chapas donde servían como moneda de pago en las apuestas infantiles.
He aquí una cuarteta graciosa, contada por mi amigo Miguel: “Por un beso que te dí, tu madre llorar quería, Dame a mi cincuenta mil a ver si llora la mía”.
Pero no crean, hay un montón recopilados, que guardan pícaros versos casi siempre procedentes de las costumbres campestres. Por ejemplo esta otra: “Tú eres mi vida y muerte / para ti, niña, nací / y en tus labios… ¡dulce suerte! / estoy muriendo por ti”. Y aún hay más: “Si tu suegra es muy rabiosa / y la quieres camelar, / con una pastilla de éstas / pronto lo conseguirás.” Otra más: “En tu vida te enamores / de mozo que no ha rondao; / que el no ronda de mozo, / ronda después de casao.” O esta……….. “Yo no sé cavar ni arar, / ni tampoco coger yerba; / cásate, Paca, conmigo, / verás que gandul te llevas.” Y anda que la siguiente: “Si este año mi Maruja / en la procesión no va, / no es que no sea penitenta: / es que la tengo pillá.”
O estas otras: “Cuando me dieron la nueva / De que tú no me querías, a la mar no me tiré / Porque estaba el agua fría.” – “Quisiera que me chupases / porque eres muy rebonica / Y yo me iré deshaciendo / metidico en tu boquica.”
Y ya para remate, porque si no sería interminable el catálogo, recuerdo con cariño y añoranza un entrañable verso, que ignoro el autor pero que decía algo así: «Chúpame con deleite que soy de ca’motolite»…
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