Por estos días previos a las fiestas patronales, la calle Mayor ceheginera era un hervidero de actividad comercial: Además de los distintos establecimientos ubicados en la zona, en los bajos del servicio de algunas casonas señoriales se instalaban tiendas de zapatos y otros atavíos, así como puestos de turrón y otras dulcerías típicas, en otras palabras se olía a fiesta, no hay que olvidar que era costumbre estrenar ropa y zapatos en la procesión del día 10 de setiembre (al menos para los más pudientes).

Y como cada año, el notario local, señor Darío Ruiz, hombre filantrópico, iniciaba la instalación del retablo para saludar el paso de la Virgen de las Maravillas, acicalando con exquisito mimo la fachada de su casa, (situada frente a la tríptica farola de la ‘Barandica de Farina’), caprichosamente adornada con centros de olorosas flores y plantas, además de hermosos tapices colgados de los balcones con alegorías de célebres pinturas religiosas.

En el centro, presidiendo aquel espectacular conjunto, una bellísima copia de nuestra Patrona, de un tamaño aproximado a un metro. ‘Alborada riente…, primavera fragante de gracia llena’, la talla de la Virgen de las Maravillas, esculpida en madera policromada al más puro estilo barroco napolitano, aflora tal atractivo su encendido perfil que se agigantan sus 126 cm. de altura. Su rostro es sinónimo de hermosura: el colorido, los pliegues de su vestidura, el movimiento, la esbeltez del talle, su cabellera trigueña, la limpieza del rostro, y como afirma nuestro amigo, el historiador Diego de Maya: “…el candor de su mirada enciende los corazones y calma tempestades…” “Estrella refulgente…” –así empezaba el villancico que entonaba solemnemente un cuarteto vocal en los descansos de la procesión patronal.

En la plazuela del Mesoncico se celebraba el primero, con el proverbial saludo a los acogidos del honorable Hospital de la Real Piedad, salían cinco o seis intérpretes de la formación musical de la banda municipal que acompañaban a cuatro o cinco cantores: El estribillo decía algo así: “-Madre, Madre, Maravillosa, Madre sin igual…. nuestras almas se merecen un tremendo castigo, mas estando siempre Contigo, nadie puede peligrar…” Y es que estamos ante una singular Reina dos veces coronada, como refirió con acierto nuestro entrañable académico Ruiz Jiménez. Singular distinción, con el privilegio de serlo junto a su Niño Jesús nimbado con los rayos simbólicos de las Tres Potencias.

(‘El Tortas’ vendiendo helados en la plaza del Mesoncico, junto al actual Hospital de la Real Piedad)

Difícil es entusiasmar a las gentes de Cehegín, pueblo de carácter displicente e introvertido para ciertas cuestiones, pero tratándose de su Virgen, ‘…sol radiante que en el cielo brilla…’, es característica la metamorfosis que experimentan los ciudadanos que se lanzan a la calle y todos a una, como el mito de Fuenteovejuna, abrazan a su Patrona acompañándola masivamente cada año en una afirmación de fé y fervor singular.

(Ambas fotografías son de Ricardo López)

Antonio González Noguerol