En Cehegín, y delante de su Reina, bien podríamos exclamar: ‘de aquí al cielo’. Luego, embriagados de sosiego, meditaríamos un minuto. Y volveríamos a decir ¿para que salir de aquí, si esto es un pedazo de Gloria?. Ciertamente, en Cehegín, con la Virgen de las Maravillas, por los siglos de los siglos.
Porque, señores, sin apasionamiento, y para que me creáis os diré que soy un advenedizo-, repasar en el catálogo de Imágenes de la Madre de Dios en esta Diócesis de Cartagena en el retoño de la de Albacete, y difícilmente encontraréis nada que se le asemeje. Las comparaciones, son odiosas, y aquí no se trata de eso, ni mucho menos. Es que, sencillamente, Ella quiso ser así para nosotros, y lo hizo. No es un mohín de altanería, sino una súplica de agradecimiento, por eso,
“en el Cielo, solamente,
te han de amar,
más que te aman tus hijos
de Cehegín”
Una corona, que le fue robada, no en un vulgar asalto motinesco, de escopetas, ni de milicianos; no, sino en la calculadora premisa de recuentos de valores en depósito, en las arcas donde debía estar guardada –como otros valores- pasara lo que pasara, y donde fue depositada. Realmente, que el crimen no pudo ser mayor, pero tampoco quedar tan impune, hoy…
¿Por qué, Señor, seremos así? Pero, en fin, los corazones elevados, magnánimos, perdonadores han construido otra corona, en las bodas de plata de aquella: la de la fe. Lo que lleva de valor en menos, lleva de sacrificio, en más. Ya la veréis, está cercano el momento de la Conmemoración.
Estamos en Cehegín, y la Soberana, más siempre Madre que Reina, con corona y sin corona vigilante, desde la atalaya de su Santuario. Con ella, aquí siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
(Este artículo fue publicado en el diario ‘Línea’ de Murcia el 9 de septiembre de 1950).
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