La Parroquia Santiaguista de Santa María Magdalena tuvo sus inicios en uno de los torreones del llamado Castillo y proyectada sobre terrenos del mismo las inicia el maestro alarife Martín Giménez de la Fuente, secundado por sus hijos Diego y Sebastián apartándose de los planos proyectados por Jerónimo Quijano (1525). Se paralizan las obras que continuará en 1576 Ginés de Gea. La fachada principal, que no es la que vemos desde la plaza y que quedaba minimizada por el frontero acceso al Castillo, sino la lateral por donde subía desde el Casco Antiguo el pueblo fiel, se ejecuta en 1634. Mientras duran las obras se celebran los cultos en la mudéjar Ermita de la Concepción, fundación del Cardenal Cisneros, cuya capilla de San Juan estaba agregada a la de Letrán, sede todo el templo del Hospital de Caridad, desaparecido a raíz de la fundación del de la Real Piedad (1893).
Pero aquél templo de la Magdalena no tenía torre, ni se había proyectado. El Vicario santiaguista de Caravaca, don Antonio Carreño y Muñoz, que antes había sido cura de Cehegín, soñaba con una torre-campanario; le sugiere la idea a su sucesor don Francisco Solano Pareja y se ponen manos a la obra que concluyen el 31 de mayo de 1774; el día 1 de Julio, a las cinco, se colocaron las campanas llamadas Santa Lucia, San Pedro, la Mayor y la del Reloj, teniendo su primer repique a las doce de la mañana.
La pirámide se colocó por la tarde, sentándola con plomo el maestro alarife Andrés del Campo, natural de Caravaca y vecino de Cehegín, autor de varias obras importantes de su tiempo, y cuyo nombre lleva una calle del Casco Antiguo.
Pero hay gran desencanto: no gusta la torre al vecindario y se lamentan los grandes señores:
- “y para eso se han destrozado bóvedas y arcadas”…
- “Y se ha anulado la capilla de San Antón, con el enterramiento de mis antepasados…”
añade el poderoso don Alonso Álvarez Fajardo Castellanos, caballero maestrante de Ronda desde 1788. Pero la torre, de noble fábrica, está ahí pese al incendio que provocó la chispa de una tormenta en la tarde del día 5 de marzo de 1829 prendiendo fuego a todo el entramado de madera, cuya extinción duró veinticuatro horas.
Pues bien, hogaño, la Iglesia Mayor de Cehegín, tras varios años de obras recuperó su magnificencia y fue reabierta al culto, cesando en su acogida la Ermita de la Concepción. También lo hizo terminada la Guerra Civil mientras se reparaba, con tan escasos medios, este templo parroquial:
– “Vértice del cielo / ciudad del gran rey; / entre sus palacios, Dios descuella como
un alcázar”. (del Salmo 47).
La Concepción levantada para ser templo hospitalario ha servido nuevamente para ser asilo espiritual de los fieles del Casco Antiguo de Cehegín que hoy retornan a su Iglesia, “buque insignia” de la arquitectura local y testigo inmutable de nuestra historia contemporánea.
Debo algunos de los datos que preceden a esos entrañables cuadernos a que eran tan aficionados los antepasados, que tenían tiempo para todo, sucesores en aquello de historiar de don Martín de Ambel, el inquilino lejano de la Concepción.
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