La ceheginera Laura González de Maya, estudiante de 6º de primaria en el CEIP ‘Conde de Campillos’ ha sido la ganadora de uno de los III Premios Literarios de la Fundación ‘Trinitario Casanova’.
Su relato ‘La niña y el cántaro’ ha sido seleccionado entre casi 300 participantes. En esta tercera edición, todos los textos han abordado el tema de la libertad y sus valores en nuestra sociedad.
Hoy lo reproducimos para que puedan disfrutar con nosotros del placer de la lectura.
LA NIÑA Y EL CÁNTARO
Todos los veranos, a mí y a mis primos nos gusta ir al pueblo de la abuela. Es un pueblo pequeño, pero con lugares preciosos y bonitos, a los que a la abuela, le gusta llevarnos. También disfruta contándonos historias, mientras nosotros tomamos una taza de chocolate, sentados en el porche a su alrededor.
Un día, la abuela nos dijo que mirásemos la taza de barro que llevaba en la mano, porque la historia que iba a contarnos estaba relacionada con la taza y la libertad. ¡Atentos! – nos dijo y comenzó:
«Hace miles de años, había un malvado rey al que no le gustaban los niños, que vivía en un castillo más allá del desierto. Un día, el rey ordenó a su ejército que cogiesen a todos los niños de las aldeas vecinas y los llevaran a su castillo como esclavos. Allí, los obligaban a trabajar en el campo, en los talleres y en las casas de los ricos. Los niños estaban muy tristes, porque los habían separado de sus familias. Muchos de ellos morían por la fatiga del trabajo y los malos tratos. Entre esos niños se encontraba Paula, que trabajaba en el taller de alfarería de sol a sol. Paula y sus compañeros trabajaban fabricando cazuelas, ollas y cántaros. Ella soñaba en volver a casa con sus padres y poder jugar con sus amigos de nuevo. Una noche de luna llena, Paula, consiguió escapar y durante días estuvo perdida en el desierto.
El hambre y el calor se hacían insoportables, hasta que vio una cueva y decidió refugiarse en ella. Allí vivía una anciana que le ofreció una taza de agua. Paula contó lo que le había pasado y le preguntó si conocía el camino para volver a su aldea. La anciana le dijo que le indicaría el camino, a cambio de que le fabricara un cántaro para poder coger agua, puesto que el que tenía, se había roto. La niña cogió tierra para hacer el cántaro, pero como la arena del desierto es muy seca, le pidió a la anciana un poco de agua. Esta le dijo que no podía dársela, porque en el desierto el agua es más valiosa que el oro. Paula se puso muy triste y comenzó a llorar. Sus lágrimas cayeron en la tierra formando un lodo arcilloso. Cogiendo el lodo, comenzó a moldear el cántaro y lo puso a cocer bajo el sol. Cuando estaba terminado, se lo entregó a la anciana y ésta, cumpliendo su promesa, le indicó el camino a casa».
Al terminar la historia, mi abuela le dió un trago a la taza de chocolate y nos dijo: «El deseo de libertad es capaz de romper todas las cadenas y vencer cualquier obstáculo».
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