Las sociedades rurales como la misma de Cehegín en el siglo XVIII, y en toda la Edad Moderna, eran extremadamente sensibles a los cambios climáticos o a los desastres naturales, de tal modo que cualquier alteración significativa podía conducir a una hambruna o una crisis de subsistencia para la población local. La base de la alimentación era el pan que, como todos saben, se elabora a partir de la harina de cereales, el blanco de trigo y el negro de centeno. Esto es muy importante tenerlo en cuenta, porque los desastres naturales o las enfermedades tenían una influencia decisiva en la vida de la gente.
Sabemos cómo, por ejemplo, la población cuando había un problema serio de subsistencia a causa del clima o de un desastre, simplemente cogía y se iba a avecindarse a otra villa. Eso pasó en el siglo XVII, cuando en 1670 según se dice en las actas capitulares, Cehegín ha perdido un tercio de su población por las incesantes lluvias, que han arruinado casas y cosechas, y la gente se ha ido a otros lugares. Lo hemos dicho muchas veces, y lo seguimos diciendo, la interrelación entre los factores climáticos, la economía y la vida de las personas, ha sido y es un factor de primer nivel, y en el caso del que hablamos, las plagas de langosta igualmente son las condiciones del clima las que tienen un peso muy importante. Y la langosta no se podía tomar a broma, porque en cuestión de unos pocos días, la economía de una villa o un amplio territorio podía quedar totalmente arruinada.
Había dos cuestiones a las que se tenía un profundo miedo cuando se presentaban, por encima de las demás, que eran la sequía y la plaga de langosta. Esta última, aunque hoy en día nos parezca un tanto alarmista, suponía el mayor problema que se le podía presentar a los sembrados de cereales en los secanos. La capacidad de la langosta, o saltamontes, de reproducirse es tal que, en un solo día, una plaga importante puede consumir y arrasar varias hectáreas de cereal. Por eso se lo tomaban muy en serio y, quizás, relacionado con el aspecto climático propio de esta época y las abundantes sequías, en los siglos XVII y XVIII hubo muchas plagas importantes.
En estos casos se realizaban batidas con cuadrillas de peones para coger y matar a los insectos. Pero había un problema, grave y difícil de eliminar, el desove. Cuando las langostas pasaban por el terreno, en los sembrados, desovavan los huevos y eso significaba que después volverían a reproducirse. Entonces lo que se hacía era quemar los rastrojos y lugares donde se veía que habían puesto los huevos, y, desde luego, se tomaba muy en serio el tema, y además les traía cuenta tomarlo con seriedad.
Hoy en día las plagas de este insecto se dan, periódicamente, más en África, en la zona del Sahel. En estas plagan se mueven millones de insectos, que destruyen todo por su capacidad de desplazamiento y movilidad. En Cehegín, y toda la comarca, son comunes las Actas Capitulares referidas a Acuerdos a tomar, bien para prevenir, bien para acabar con alguna invasión de langosta. Normalmente las cuadrillas de hombres eran pagadas por el Concejo que, en caso necesario, movilizaba a todos lo que estaban en condiciones de trabajar.
Les dejo un Acta Capitular referente a este tema, del año 1758
“Por quanto se va experimentando que la plaga de langosta que obó* en este término está abibada la mayor parte, y que la demás se yrá abibando continuadamente por ser el tiempo en que naturalmente se abiba. Por tanto decretaron que los regidores desta villa baian saliendo al término de ella por partidos y por turno entre dichos regidores, con la gente y peones sufizientes a quemar y extinguir dicha langosta, para lo qual se libren por ahora y con calidad de reintegro los maravedíes o cantidades sufizientes y nezesarios del caudal de la bodega del azeite, por no hauer en los propios, y no usar , como usa, esta villa de arbitrios, ni tener otros depósitos, lleuando la deuida quenta de este caso, y tasando al más bajo prezio los jornales a la prudenzia y solicitud de dichos regidores…”. Archivo Municipal de Cehegín. Actas Capitulares, año 1758.
Además de las medidas que hemos comentado que se tomaban, como quemar los rastrojos y recoger la langosta para matarla, la gente se encomendaba a lo divino, y en Cehegín, el Santo Protector contra estas plagas era san Agustín, uno de los más venerados en la villa. Como todos saben tenía su ermita en la cumbre del cabezo con el mismo nombre. Cuando se presentaban las plagas se le sacaba en rogativa y se le traía a la parroquia de Santa María Magdalena, habitualmente durante una semana, de manera similar a como se hacía con Nuestra Señora de la Peña para la sequía o con san Sebastián cuando llegaban epidemias.
La vida cotidiana de la gente en estos siglos de la Edad Moderna habitualmente pendía de cuestiones que hoy en día nos pueden parecer casi anecdóticas. La naturaleza regía la vida de las personas de una manera asombrosa. Ese dicho tradicional que dice “Todo tiempo pasado fue mejor” es absolutamente falso. Como hoy en día no se ha vivido nunca. Bien es cierto que hemos asimilado una idea errónea basada en que nuestra capacidad tecnológica ha conseguido dominar a la naturaleza, y comprobamos habitualmente que es una idea equivocada.
Nota *: “obó”, en el texto, viene referida al desove, o puesta de huevos de la langosta en el terreno.
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