DÍA INTERNACIONAL DEL ALZHEIMER
(21 de septiembre)
Juan José Gómez Matallana,
Director del Centro de Día
‘Virgen de las Maravillas’
Cada enfermedad provoca sobre el ser humano unos efectos concretos. En el caso del Alzhéimer, la persona recorre un proceso en el que sufre el deterioro de una buena parte de sus capacidades cognitivas, que le lleva a perder progresivamente la memoria y las posibilidades de razonar adecuadamente. Estos efectos tan nocivos y especialmente duros amputan a la persona de una de las funciones principales que nos distinguen del resto de seres vivos y, por lo tanto, afectan enormemente al estatus de vida del enfermo.
Sin nuestra capacidad de recibir, guardar y manejar la información que recibimos del exterior y saber elaborar pensamientos ajustados a la realidad, toda nuestra vida se pone patas arriba, y se ve alterada radicalmente nuestra vida personal, emocional, familiar, social y espiritual. La persona afectada de Alzheimer, durante el proceso terrible de la enfermedad, se va a ir “desdibujando” hasta verse sometida a una dependencia total de terceras personas para seguir sobreviviendo.
Esta es la realidad sobre la sintomatología y los efectos externos que causan sobre las personas esta dura enfermedad con las cuales convivimos ordinariamente en el Centro de Día. ¿Qué hacemos ante esta tremenda patología? Nosotros nos manejamos desde una convicción básica, profunda e incuestionable: la dignidad plena e inalterable de cada persona, independientemente de sus circunstancias físicas, cognitivas, emocionales, sociales o espirituales. Desde esta afirmación, grabada a fuego en el corazón del equipo de trabajo del centro, nos planteamos todo el programa de cuidados, atenciones, estimulación y acompañamiento.
Por ello, todas y cada una de las actuaciones terapéuticas nacen del respeto absoluto al valor “sagrado” del ser humano, haciendo velar en todo momento por los derechos que le asisten en todo momento: recibir el bien, confidencialidad, seguridad, confort, acogida y validación de su mundo emocional, atención individualizada, promoción de su autonomía, cuidados de higiene y de manutención adecuados, etc.
Adquiere una especial reseña el mundo afectivo y emocional de los enfermos de Alzheimer. La experiencia de acompañamiento durante todo el proceso de la enfermedad nos ha enseñado, y muchos estudios así lo han evidenciado, que la capacidad afectiva y emocional de la persona con Alzheimer se mantiene activa hasta el final de la vida, lo cual supone un gran reto para el cuidador: escuchar, aceptar, acoger y validar todas las emociones del enfermo y ofrecer un cuidado cálido, humano, cercano y sano en el que la persona se sienta acogida incondicionalmente y “mimada” hasta en los más mínimos detalles. Ante una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer, las herramientas más eficaces son: cuidadores muy humanos y cualificados, acompañamiento de corazón y recursos de ayuda a las familias.
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